Necesitamos aprender a parar y a recomponernos cuando la vida se vuelve confusa, porque la tendencia es generar más tormentos con los excesos de preocupación que lleva a la fijación mental en el problema, al descontrol emocional, la somatización, la agresividad o la reclusión. Este estado compromete el discernimiento y la ponderación.
Conforme el grado de desequilibrio de la persona, contenidos de vidas pasadas, que están archivadas en el inconsciente, pueden fluir para el consciente o la mente actual generando más perturbación.
Un ejemplo de tal descontrol es dado por Víctor Hugo, en el libro Ardua Ascensión, psicografiado por Divaldo P. Franco, con el personaje Augusta que había perdido a la madre y enfrentaba las propias angustias. Con eso el “yo espiritual le rompió los depósitos del inconsciente, donde se archivaban las existencias pasadas, pasando a vivir conflictos difíciles de entender. Se mezclaban, en el campo de las ideas, la impresiones mas vigorosas del ayer, por tanto, mas deprimentes, con los acontecimientos actuales, confusos y desagradables.”
Si en el momento presente pasamos por apuros no podemos empeorar la situación para que no ocurra como en el caso de Augusta, para no estar sobrecargados. Precisamos aprender a buscar ayuda con un amigo, por medio de la oración, en la psicoterapia…
Vamos a recordar que las pruebas no exceden a nuestras fuerzas para enfrentarlas. Sin embargo, podemos empeorar nuestra vida o mejorar de acuerdo con el uso inteligente de nuestro libre albedrío.